Un relevamiento hecho sobre 27 distritos del GBA arrojó el siguiente dato: Sólo en ocho, de los 27, el intendente lleva más de ocho años en el poder.
El por qué. Darío Giustozzi es intendente de Almirante Brown. Ganó la elección en 2007 y fue reelecto el 23 de octubre. Su tocayo Darío Díaz Pérez es intendente de Lanús y tiene –sólo en esto– una historia idéntica. Lucas Ghi es jefe comunal de Morón. Asumió en reemplazo de Martín Sabbatella en 2009 y también revalidó su mandato en la última elección. A la hora de explicar la renovación en las jefaturas del GBA tuvieron varias coincidencias. “El modelo impulsado a nivel nacional desde 2003 obligó a las intendencias a tener nuevas modalidades de gestión –dijo Díaz Pérez–. A la vieja política le costó adaptarse a este cambio.” “El ciudadano medio del GBA –señaló Giustozzi– exige que el jefe comunal sea más un gobernante de Estado que un puntero político, que pueda presentar un plan de mediano plazo que va desde las cloacas hasta los derechos humanos.” “Hoy –remarcó Ghi– la legitimidad de los intendentes se construye desde la gestión, no tanto desde el clientelismo.”
Profundizar estas definiciones impone un breve retorno a los números. Lo cierto es que las municipalidades han ido ampliando su espectro de acción. Eso ha puesto una línea divisoria entre los dirigentes que pudieron adaptarse y los que no. Como botón de muestra de la ampliación, sirven los siguientes datos, dispersos pero sugestivos. El municipio de Lanús maneja 19 jardines de infantes y 22 patrulleros para hacer tareas de prevención del delito. Almirante Brown cuenta con 300 médicos en los centros de atención primaria. Morón está construyendo, con el Estado Nacional, un hospital municipal que implica 200 millones de pesos de inversión. Son indicadores de los distritos de los jefes comunales que hablaron con este medio, pero la situación de otras localidades es similar.
Giustozzi, Díaz Pérez y Ghi coincidieron en que este proceso fue impulsado por las distintas crisis económicas. “Empujaron a la población a tocar la puerta de la institución del Estado que tiene más cerca, la municipalidad”, dijo Díaz Pérez. “Se fue conformando una relación distinta entre el intendente y los ciudadanos –agregó-. Antes, los jefes comunales se encargaban sólo de las tres B: basura, baches y bombitas de luz. Las crisis trajeron reclamos distintos. Primero fueron los sociales y luego se sumaron los otros.”
Ghi señaló que el hecho de que los gobiernos locales hayan funcionado como lugar de contención de la crisis “desembocó en un aprendizaje por parte del Estado nacional y provincial. Entendieron que muchas iniciativas, aún financiadas por ellos, funcionan mejor si se instrumentan con el gobierno local”.
Giustozzi retrocedió a los años de la restauración democrática para analizar este proceso. “A principios de los ’80, el intendente era un armador político. Las crisis producto del neoliberalismo lo transformaron en un gobernante de trinchera. Ahora tiene que ser un planificador a largo plazo.”
Ejes claves. Ya que hablamos de cómo se ampliaron las funciones de una intendencia, este medio consultó a los jefes comunales por varios temas centrales. Empezó por seguridad y educación. Díaz Pérez arrancó con un sinceramiento. “Yo, antes, sabía de seguridad lo mismo que cualquier persona a la que le roban la billetera en una esquina. Ahora no digo que soy experto, pero creo que podría llegar a comisario.” El jefe de Lanús agregó que los 22 patrulleros que tiene en la calle “son para prevención” y se opuso a la municipalización de la seguridad. “Lanús se separa de Lomás de Zamora y Avellaneda por una calle. No puedo tener una policía que pierda jurisdicción en esa frontera. Tiene que poder cruzarla.” Giustozzi no coincidió con su colega, tocayo. “Sería bueno tener policía municipal para que pueda actuar en las contravenciones –dijo–. Me refiero a cuestiones como violar las normas de tránsito o dañar el espacio público.” Por su parte, Ghi puso el acento en la profundización de la articulación de políticas con “el Estado nacional y el provincial”.
Al tocar el tema educativo, el intendente de Morón mencionó uno de los logros que considera más importantes. “Teníamos 12 mil adultos analfabetos sobre una población total de 350 mil habitantes. Hicimos un plan específico y lo redujimos a 3.500”. El jefe de Lanús, Díaz Pérez, remarcó la articulación con la Universidad Nacional de su distrito. “Allí planteamos que se le dé prioridad a carreras que tengan que ver con las necesidades de la localidad, como enfermería o educación.” El intendente de Almirante Brown, por su parte, señaló: “Me parece clave la mirada del gobierno local en las obras de infraestructura y mantenimiento de las escuelas porque es el que tiene contacto directo con el tema”.
Hay tareas que históricamente recaen sobre las municipalidades. Una de ellas es la recolección de basura. Hace 20 años, la problemática ambiental no tenía ni por asomo el peso que tiene hoy en el debate público. Con este cambió cultural como telón de fondo, se le preguntó a los intendentes cómo abordar el tema del medio ambiente desde los gobiernos locales.
Para dar una idea de la dimensión que la cuestión ocupa en la vida municipal, Ghi tiró una cifra: “El contrato de recolección de residuos representa más del 13 por ciento del presupuesto de Morón y los porcentajes de otros distritos son similares. Lo importante es trabajar para bajar la cantidad de basura que se genera, reutilizarla y reciclarla”. Díaz Pérez, por su parte, dijo: “Nosotros somos parte de la cuenca Matanza-Riachuelo. La conciencia ambiental de los vecinos cambió y empuja a los gobiernos locales a encargarse del tema”. “Hace algunos años –agregó– esa conciencia no existía y menos en la clase política. Recuerdo que en 1991, las curtiembres de Lanús propusieron crear una planta para tratar sus efluentes. Jamás les dieron bola. Ahora el gobierno provincial acepta la importancia de radicar plantas tratamientos de la basura para su recuperación energética.”
Renovación y reelección. En el primer párrafo de esta nota se señaló que sobre una base de 27 municipios, había 16 en los que el 23 de octubre había ganado un dirigente con menos de cuatro años en el poder. También es cierto que en 21 de esos 27 hubo reelección del jefe comunal. El hecho no escapa a la tendencia generalizada de triunfos de los oficialismos que arrojaron las últimas elecciones en todas las categorías. De todos modos, merece un análisis específico.
Las reelecciones en el GBA, según Giustozzi, se explican “porque hubo varias políticas impulsadas por la Nación que tuvieron un impacto homogéneo en las intendencias: la Asignación Universal por Hijo, el equilibrio macroeconómico, la inversión pública”. Señaló que este marco “nos permitió sacarle lustre al buen contexto general”. El intendente, sin embargo, deslizó algunas quejas. “Más allá de esta buena realidad, los municipios seguimos sobredemandados y subfinanciados. Debemos buscar la forma de avanzar en la descentralización para que tengamos mayores elementos de recaudación. Son algunas de las cosas que vienen por delante.”
Otro dato político de las intendencias del conurbano, siempre basado en las 27 que tomó este semanario, es que hay una sola jefa comunal mujer. Su nombre es Graciela Zulema Rosso, intendenta de Luján, que perdió las elecciones con el vecinalista Oscar Luciani. Así que a partir del 10 de diciembre, todos los gobiernos locales del GBA quedaran en manos de hombres. El hecho muestra que la renovación tiene sus límites cuando se trata de género. Para Díaz Pérez es “porque todavía hay rémoras de estructuras machistas en las fuerzas políticas”. Giustozzi no coincidió. Señaló que “hace varios años, cuando muchos de nosotros empezamos, había machismo en los partidos. La incorporación de normas que garanticen cupos femeninos son nuevas y sus efectos se irán viendo con el paso del tiempo, también en las intendencias”.
Este “machismo” de los gobiernos locales muestra hasta qué punto es renovador el proceso político a nivel nacional. Allí, por cierto, gobierna una mujer y fue reelecta.
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