–No digo que sea fácil, pero sí es menos difícil. En 1999, cada municipio tenía miles de ollas populares para darle de comer a la gente. El trueque es otro ejemplo. La situación es mucho mejor hoy. Es más fácil gobernar porque se cuenta con el apoyo nacional en sintonía con el del gobierno provincial. Esto simplifica las cosas. Los intendentes son como los jefes del fuerte que están aislados, que están en la trinchera. Si se rompe un caño de agua, hay problema con la basura o se apagó la luz, es el municipio el que está ahí en frente del problema. Por eso es importante construir política afín al gobierno nacional en los territorios.
–¿Qué desafíos implica gobernar los municipios del Gran Buenos Aires (GBA)?
–Más allá de los intendentes, la Argentina tiene un problema sin resolver que es el presupuesto. Si bien se ha incrementado de una forma fantástica de 2003 a la fecha, aún con el aporte de dinero de la Nación y el apoyo, en menor medida, de la provincia, si ese dinero no es administrado por la municipalidad es muy difícil. Hay dinero de la Nación que ayudó muchísimo para realizar obras como cloacas, asfalto, más mano de obra, más producción. No obstante, es necesario más dinero de para que los municipios puedan resolver las problemáticas. Por supuesto que estas cuestiones exceden al propio gobierno porque, más allá de la voluntad, se está atado a un tema de coparticipación.
–¿Cuáles son las cuentas pendientes o puntos a profundizar en los próximos cuatro años?
–Nosotros tenemos miles de chicos que no trabajan ni estudian, más del 30% de trabajadores informales. También hay una ausencia absoluta de política de tierra porque hay familias que viven hacinadas en un lote. A veces, esas cuestiones exceden al municipio y la responsabilidad es tanto municipal como provincial y nacional.
–Durante los últimos años comenzaron a aparecer nuevos nombres en el conurbano. ¿Existe una renovación política?
–No necesariamente nuevos nombres significa un recambio. No existen los negros y blancos, el gris es bueno siempre y cuando conduzca a la dirección correcta como lo hacía Néstor y ahora hace Cristina. Creo que quienes representan mejor esa renovación son aquellos que expresan la política de Cristina, como Jorge Ferraresi (Avellaneda), Dario Díaz Pérez (Lanús), el Barba Gutiérrez (Quilmes) y Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), entre otros.
–¿Se creó un nuevo mapa político del GBA las últimas elecciones de octubre?
–Yo creo que el kirchnerismo va atrasado. Si nos postulamos en un municipio sin Cristina, perdemos. Hemos logrado crear un poder propio a partir de ella. Se han dado algunos fenómenos, pero mi duda es si son fenómenos a partir de Cristina o si son fenómenos coyunturales en el marco de que la gente votó personas nuevas. Uno puede decir que Gabriel Katopodis (San Martín) ganó porque expresaba a Cristina. Daniel Ivoskus también la llevaba en la lista y perdió. Jorge Macri le ganó al Japonés García en Vicente López. El Japonés era un viejo que estaba hace 25 años, pero él iba con Cristina y Macri con Duhalde. La dinastía Posse en San Isidro estuvo en democracia, en dictadura, con el radicalismo, con Rodríguez Sáa, con Cristina, ahora con Alfonsín y De Narvaez. Y ganaron. Es muy difícil armar un mapa a partir de nombres.
–¿Hasta dónde sigue vigente el concepto de “barones del conrbano”?
–Me parece que es un término que utilizan los medios masivos de comunicación para simplificar y estigmatizar al peronismo. En momentos en que todo es gris, no creo que ese concepto defina a un grupo de políticos. Cuando Cristina pone a diez pibes en la lista, ahí pasan a ser héroes. No son ni héroes ni demonios, son dirigentes consecuentes. En algún momento los nuevos nos van a pasar por arriba y eso va a ser sano para la Argentina. Yo creo que estamos en transición, lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir.
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