martes, 17 de enero de 2012

LA VÍA PACÍFICA PARA RECUPERAR LAS MALVINAS, por DR.ALBERTO ASSEFF

Nuestra Constitución contiene el mandato de recuperar las Malvinas y los otros archipiélagos “conforme a los principios del Derecho Internacional”. No caben dudas, pues, que ese imperativo imprescriptible de restauración de la soberanía tiene, para nuestra ley suprema, sólo una vía, la pacífica.
Hace 30 años perdimos la guerra. Intentamos el otro camino y nos fue mal. Ahora pareciera que llegó la hora de explorar seria, sostenida, persistente e inteligentemente la otra ruta, la que ordena la Constitución.
No escribo sobre lo que a mí me colmaría de alegría, sino de lo que entiendo es el modo casi excluyente que tenemos disponible para la consecución de la meta.
Principio por decir que las Malvinas son el territorio insular clave para asegurar el dominio del futuro. Porque el inmenso Mar Argentino y la Antártida que reivindicamos como integrante de nuestro territorio configuran casi tres millones de km2 pletóricos de recursos. Allí están, por caso, los nódulos de manganeso subacuos más explotables del planeta. Son los más próximos a la superficie de todo el mundo. Petróleo, gas, pesca, agua dulce – en el continente blanco – y muchísimo más. Es la “pampa mojada” que espera su plena incorporación a nuestra soberanía.
No es verdad que ‘nos sobre territorio’. Para consolidar lo que tenemos, el mar aledaño es vital, así como su continuidad antártica.
Ninguno de los grandes – ni nadie – es conformista con lo que posee. Es ineluctable buscar más, consolidar lo propio, ensancharlo. Es una ley de la vida. No podríamos violarla. Ni nos es consentido ni es sensato siquiera tentarlo.
¿Qué se interpone a nuestro objetivo recuperatorio?. Los intereses británicos embozados en dos mil rubicundos pecosos que llevan un modo de vida propio de la campiña inglesa, pero están allí, en ese manto de neblina austral.
Tengo la impresión de que hay que ganarse el respeto de esos dos mil seres. El comienzo es que los leamos como compatriotas. Y los tratásemos como tales. Aunque ellos sean inicialmente más que reacios.
Deberíamos ir anudando una centena de vínculos: médicos residentes, maestros de castellano, intercambios estudiantiles, culturales, deportivos, compañías de teatro en funciones.
Deberíamos lograr que ellos se autoconsideren parte y no enclave. Que abandonen esa ficción de que están solos en medio del dominio –para ellos – de un inmenso “mar de las Falklands”. Porque si nosotros alguna vez incurrimos en la ficción de “las Malvinas son argentinas” – fueron y serán, y eso no es ficcional -, los compatriotas insulares se autoestimulan casi borrándonos de sus mapas, esos que adornan sus pubs.
Enhebrar lazos no implica dejar de lado una política que apunta a la yugular de la estrategia inglesa: obstruir la ‘independencia’ de las Malvinas, es decir la idea de Londres de engendrar un ‘estado-trampolín’ –como otrora el ‘estado-tapón’. Trampolín hacia el inmenso mar y la Antártida. Seguir allí, pero a través de un estado títere, dependiente de facto. Así, Londres se desembarazaría de la rémora del colonialismo y mantendría atesorados sus intereses. Negocio redondo.
Por eso, rechazar en toda América del Sur a la bandera ilegal de las Malvinas no es un tema meramente simbólico. Es fundamental para impedir que avance la autodeterminación de los isleños. Este obstáculo coadyuva para que se vayan anudando las relaciones humanas con los dos mil compatriotas. Ellos también son conscientes que el aislamiento los perjudica.
Mientras, hablaré con mis colegas diputados para ver si no sería oportuno invitar al Consejo isleño para que visite el Congreso Nacional. Los reconoceríamos como representantes de una comunidad compatriota, no de una entidad nacional o colonial.
Son reflexiones para que todos pensemos. El objetivo es irrenunciable: las Malvinas serán argentinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario