domingo, 19 de junio de 2011

Si hay ballotage, el kirchnerismo desconfiaría de Scioli y los intendentes del conurbano

En la semana que se inicia, CFK se verá obligada a bajar a la arena política como candidata, quedando expuesta a sufrir los embates que antes le ahorraron primero Néstor Kirchner como operador político y luego los efectos benéficos de su fallecimiento. El momento parece tomar dimensión estratégica también por otros motivos. La elección del compañero de fórmula, del vice de Daniel Scioli y de los primeros candidatos de las listas de diputados nacionales de la Capital y Buenos Aires (en esta ultima también los senadores) redefinirán el esquema de alianzas del kirchnerismo para el 2012. Más allá de la multiplicidad de nombres en danza, el Gobierno debe optar entre sólo dos opciones. Si elige conciliar con el aparato del PJ, es probable que el vice de Cristina sea un gobernador y que en las listas haya cierto equilibrio entre cristinistas y pejotistas. Si, en cambio, la apuesta final es a la concentración absoluta del poder, podrían aparecer Carlos Zannini o Juan Manuel Abal Medina en la fórmula y una multitud de dirigentes de La Cámpora en los primeros lugares para diputados. Desde la muerte de Kirchner, el entorno presidencial venía preparando el campo para avanzar un paso más en la concentración del poder y gobernar con el Congreso, la Justicia, las provincias y el peronismo neutralizados. Pero este plan se sustentaba en la casi seguridad de un cómodo triunfo en primera vuelta, gracias a un arrollador efecto Cristina. Hoy esta premisa está en duda. Cada vez son más las encuestas que indican un crecimiento de las posibilidades de que haya segunda vuelta. Motivos para que esto ocurra no faltan. La aparición de Hermes Binner como candidato drena cierta cantidad de votos progresistas desde el kirchnerismo hacia el nuevo frente de centro izquierda. Además, la reinstalación de la corrupción (Schoklender e INADI mediante) empieza a mostrar que, después de todo, en este tema las diferencias entre CFK y su fallecido marido no serían tan importantes. También inciden en el mismo sentido las sombras que ya se están proyectando en la economía, confirmadas por el informe World Economic Outlook del FMI, que augura para el 2012 un desplome del crecimiento de la economía nacional hasta un modesto 4,6%.
Las encuestas y los análisis políticos coinciden hoy en señalar que, si hay ballotage, no será porque algún candidato opositor, actualmente Ricardo Alfonsín, consiga el 30% de los votos. Con cinco fórmulas opositoras esto es prácticamente imposible. La segunda vuelta, si ocurre, se produciría por una debilidad del kirchnerismo, es decir, su incapacidad para obtener el 40% de los votos.

Posibles deslizamientos
La reinstalación del escenario del ballotage como altamente probable expone al Gobierno a varios riesgos de difícil control. El más conocido es el de un mega acuerdo opositor en el que podrían converger Alfonsín, Duhalde, Binner, Rodríguez Saá y De Narváez, para que en la segunda vuelta los votos de este arco confluyan en el candidato que compita con CFK. Claro está que un acuerdo tan heterogéneo tendría sus vulnerabilidades, que el Gobierno trataría de explotar mediáticamente.
Pero algunos operadores del cristinismo empiezan a vislumbrar otro riesgo, tal vez mayor, para el caso de segunda vuelta. El 23 de octubre, Daniel Scioli y la mayor parte de los gobernadores peronistas, si triunfan, ya estarán reelectos. Esto incluye a las principales espadas del kirchnerismo en el interior: Jorge Capitanich, Gildo Insfrán, Sergio Uribarri, José Luis Gioja, Maurice Closs, etc. Así las cosas, éstos recobrarían cierto margen de autonomía ante el Gobierno Nacional.
En la segunda vuelta, la movilización del aparato justicialista en todo el país -y sobre todo en los distritos grandes- sería entonces indispensable para que CFK no caiga ante la confluencia del voto opositor. En este contexto empezarían a existir algunas dudas acerca de si los caudillos peronistas se mostrarán tan entusiasmados en respaldar a la Casa Rosada una vez que consigan su reelección. Este interrogante sería todavía más grave en el caso de unos cuantos intendentes peronistas del segundo cordón del conurbano, que no dejan de comentar en privado su descontento con el entorno presidencial. Hasta ahora sólo dos intendentes -Jesús Cariglino (Malvinas) y Luis Acuña (Hurlingham)- están coqueteando abiertamente con el duhaldismo. Pero en caso de ballotage, un kirchnerismo debilitado podría tentar a más un barón del conurbano a cruzarse de bando, sobre todo si los números muestran un cuadro complicado para el Gobierno.
En esta hipótesis Scioli vuelve a tener un lugar central. Algunos cristinistas desconfiados sospechan que al ex motonauta, una vez reelecto, le convendría que Alfonsín se mudara a Olivos, porque de ese modo él se convertiría automáticamente en el presidenciable del peronismo para el 2015. Extinción previa del kirchnerismo, claro está. El estrechamiento de los lazos entre Scioli y Hugo Moyano y el apoyo público de aquél para que Facundo Moyano sea candidato a diputado nacional alimenta éstas y otras sospechas, que están empezando a formar parte de los análisis.

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