miércoles, 29 de agosto de 2012

La Isla Demarchi y el cadáver de Facundo


En 1836, el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas envió a su edecán, el coronel Ramón Rodríguez, a buscar el cadáver de Facundo Quiroga, muerto un año antes en Córdoba para entregárselo a su viuda.

El 7 de febrero, los restos del caudillo fueron depositados en la iglesia de San José de Flores desde donde el 19 del mismo mes fueron trasladados al Cementerio de la Recoleta.

Pero, tras la caída de Rosas, en 1852, y anticipando una posible profanación de las que luego se volvieron habituales en nuestra historia con cada cambio violento de administración, manos amigas decidieron esconder su féretro, dentro del mismo cementerio. Lo hicieron tan bien que éste no fue descubierto sino hasta el año 2005.

Ahí es donde la historia de Quiroga se cruza con el nombre de la isla en la cual el Gobierno acaba de anunciar la creación de un Polo Audiovisual. Sucede que el dueño histórico de estos terrenos, Antonio Demarchi, era su yerno.

El féretro de bronce del emblemático líder riojano, asesinado en Barranca Yaco –crimen por el cual luego fueron ejecutados los hermanos Reinafé por orden de Juan Manuel de Rosas– fue escondido en un hueco tapiado en la bóveda familiar de los Demarchi, en el mismo cementerio de la Recoleta, donde había sido inhumado en 1937. Allí lo encontró un grupo de investigadores que buscaba dar con el paradero de los restos de Quiroga.

Por impulso del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y de Jorge Alfonsín y Omar López Mato, investigadores independientes, fue contratado el arqueólogo urbano Daniel Schavelzon con el encargo de realizar las excavaciones en la bóveda de la familia Demarchi.

Primero, un geo-radar de la Comisión Nacional de Energía Atómica detectó la presencia de una cavidad en el interior de la cripta. Se procedió entonces a hacer un agujero en la pared de 20 por 40 que permitió encontrar el ataúd.

Antonio Demarchi, de nacionalidad suiza, se había casado con Mercedes Quiroga, hija de Facundo. Fue él quien, al caer Rosas, escondió el cadáver detrás de una pared de la bóveda familiar para preservarlo de una posible venganza enemiga. La leyenda decía que el caudillo riojano había sido sepultado de pie. Se descubrió ahora que en su escondite, por falta de espacio, el ataúd estaba en posición vertical, lo que daría por tierra con el mito de que esa posición obedeció a un pedido de Facundo.

La tumba de Quiroga permaneció entonces anónima, por prudencia de don Antonio Demarchi. Sus descendientes sabían que el cadáver había sido ocultado en la misma Recoleta pero ignoraban su ubicación exacta.

Pese a ello, cerca de la entrada del Cementerio, un pequeño monumento de mármol blanco que representa a la Virgen la Dolorosa lleva una placa que dice: “Aquí yace el general Juan Facundo Quiroga. Luchó toda su vida por la organización federal de la República”.

La vida y muerte del caudillo riojano dieron pie a la leyenda y con ella a muchas manifestaciones artístico-literarias, desde la invocación de Sarmiento –su célebre Facundo– hasta un poema de Borges, cuyos versos finales dicen:

Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,

se presentó al infierno que Dios le había marcado,

y a sus órdenes iban, rotas y desangradas,

las ánimas en pena de hombres y caballos.

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