La pausa por el recuerdo de Néstor Kirchner a dos años de su muerte en 2010 amortiguó las reuniones en el oficialismo, con Cristina de Kirchner recluida en Río Gallegos con su familia. Allí llegó el viernes por la tarde junto a su hijo Máximo, su nuera, la cuñada Alicia y el secretario de Seguridad, Sergio Berni. Con ellos hizo su única salida del fin de semana, la noche de ese día, para visitar el mausoleo en donde están los restos del expresidente, cuando ya se habían cerrado las puertas del cementerio, abiertas a su pedido para evitar aglomeraciones. El resto del elenco oficial no desatendió, pese a ese medio luto en que vivieron el fin de semana, las crisis que pueblan la agenda del kirchnerismo, como la fragata cautiva y la pelea en la Justicia por qué juez atenderá la causa medios en el fuero civil y comercial antes del 7 de diciembre, fecha límite para el amparo que frena la desinversión de los monopolios.
Lo inevitable pesó en otro punto de la agenda que iba a aportar un supermartes con aroma petrolero. Para mañana estaba prevista la reunión en Washington de Daniel Cameron, secretario de Energía, con el ministro del área de los Estados Unidos, el Premio Nobel Steven Chu, para discutir sobre métodos de extracción de gas y petróleo no convencional, es decir, sobre Vaca Muerta. La causa de la postergación de esa cita, que los petroleros miran con mucha atención porque podría disparar una nueva etapa en el negocio en estrecha colaboración con el Gobierno norteamericano -que fue el que hizo pública la importancia del yacimiento cuando nadie hablaba de eso, pese a que se lo había localizado hacía más de un año-, no es sólo la emergencia de la administración Obama para ganar la elección de la semana que viene, que en términos criollos viene «chiva» (cabeza a cabeza, cuando hace seis meses parecía un paseo hacia la reelección). Es porque Jorge Argüello, promotor de ese encuentro, avisó a Buenos Aires que mejor no viajar porque amenaza a la capital del imperio el huracán Sandy. Tanto, que esta semana se congelan las actividades públicas en Wa-shington y aconsejan que la gente se quede en sus casas y que junte agua y alimentos hasta nuevo aviso.
Argüello, claro, tuvo que ocuparse también él de su integridad. La tradicional residencia del embajador en Washington -a la que Álvaro Alsogaray le agregó hace años una pileta para que nadara María Julia- está en refacciones y la que tiene alquilada en el mientras tanto está rodeada de árboles, pero mandó a tranquilizar a sus amigos de Buenos Aires de que pasará el chubasco sin inconvenientes. Los hombres de negocios lo cuidan a Argüello porque le atribuyen responsabilidades que van más allá de su cargo. Por ejemplo, consideran que actuó de manera decisiva para destrabar la operación de venta de activos de la Esso al grupo Bulgheroni en el momento en que parecía que se caía. Ahora era quien fogoneaba la reunión de los equipos de Energía de los dos países que pasa a noviembre, cuando ya se sabrá si Obama reeligió o tiene que irse a casa. De esto y de otras cosas se habló el miércoles en el quincho benéfico más importante de la semana -y eso que hubo varios-, que acercó mucha gente de la industria porque era convocado por la esposa de un petrolero. Fue la cena a beneficio de la fundación Casita de Colores, que anima Nancy O'Toole, esposa del argentino-colombiano Jorge Estrada Mora, geólogo que tiene negocios en energía y también en el cine, y que además es ciudadano honorario español por su contribución como productor de películas y también cónsul general de Singapur en la Argentina, país donde vive hace más de 40 años.
Fue el miércoles en el hotel Intercontinental, y los organizadores sentaron a la mesa principal a los embajadores de Estados Unidos, Vilma Martínez; de Colombia, Carlos Rodado Noriega; de Canadá, Wyneth A. Kutz (una dama que viene de El Salvador); y el de Gran Bretaña, John Freeman. En las mesas, más de 300 empresarios y pocos políticos (Francisco de Narváez, Horacio Massaccesi, Eduardo Amadeo) festejaron el video que presentó la fundación, del cual fue responsable nada menos que el oscarizado Juan José Campanella, que presidía una de las mesas. La mayoría de los filmes de Campanella ha sido producida por la empresa de Estrada Mora y aportó a la noche con un corto en el que se describían las actividades que hace La Casita con víctimas de la violencia familiar. En otras mesas estaban el economista Francisco Mezzadri y Marcelo Guiscardo, uno de los «magos» de la industria petrolera. Ex YPF en la era Estenssoro, pasó por Pride y ahora tiene una empresa en Mar del Plata en donde construye equipos para extracción de petróleo con tecnología propia y que derivó esos productos a la especialidad de moda, el «shale» (no convencional). Avisó que la semana que viene mostrará en Tecnópolis un nuevo equipo que «le sacan de las manos» firmas locales y del extranjero. Había representaciones de la consultora Ernst & Young -Ernesto San Gil, Gustavo Capatti, Enrique Grotz, Eduardo Coduri- y varios CEO, como Carlos Alberto da Costa, de Petrobras; Luis Blasco, de Telefónica; Juan Waehner, de Telefé; gente de Andes Energy; y el representante de American Airlines, Sergio Hurtado. Como todos los años, el final fue con sorteos y con el petrolero Guiscardo tocando el piano ataviado de «black tie». Este personaje, junto al juez Norberto Oyarbide, es el único que va a estas galas con tuxedo, a la usanza norteamericana.
De estos fastos empresarios pasamos, eligiendo entre lo mucho que hubo en la semana, a una reunión del más rancio kirchnerismo. Fue el martes en el modestísimo restorán San Francisco, de la calle Defensa, a la vuelta de la Casa de Gobierno, donde dos centenares de peronistas olvidaron sus cuitas internas para hacerle un homenaje a Raúl Garré, renunciado jefe de asesores de su hermana Nilda en el Ministerio de Seguridad, por la crisis de los sueldos de las fuerzas de seguridad. Salvo la presencia estelar de quienes presidieron la mesa, el resto era un club de exfuncionarios caído en acción, como Eduardo Valdés (ex Cancillería), Kelly Olmos, Juan Pablo Schiavi (ex Transportes). Organizaba el legendario «Oso Charly», Carlos Monti, que viene ofreciendo cenas políticas desde el fondo de los tiempos, como aquella mítica ñoquiada para Carlos Menem a finales de los años 80. Esta vez «el Oso» eligió ese salón de la calle Defensa porque funciona en la que fue propiedad de Encarnación Ezcurra, mujer de Juan Manuel de Rosas, y está en la cuadra desde donde se organizó la defensa de Buenos Aires en la segunda invasión inglesa. Lo describió con emoción en el discurso para ofrecer la cena y relacionó la ocasión en la imagen de la fragata Libertad en manos de los jueces de Ghana.
Los dos funcionarios que estaban en la cabecera eran dos Guillermos, Moreno (Comercio Interior) y Oliveri (Culto), que se destacaron frente al malón de peronistas que tuvieron cargo o que lo esperan. Más inadvertidos pasaron en mesas laterales Julio Vitobello (Oficina Anticorrupción) o Carlos Montero (Presidencia), el exembajador José Luis Fernández Valoni, quienes habían recibido a Moreno con el saludo de «Good Morning Vietnam»; el polémico secretario partía al día siguiente a Vietnam en otra misión empresarial. Para un peronista, se sabe, no hay nada mejor que otro peronista con cargo; por eso le festejaron a Moreno sus recuerdos de viejas luchas juveniles en el PJ de la Capital Federal. También la mención que hizo a la oportunidad: «La Presidente sabe que estoy acá y les manda un saludo a todos y al compañero Garré».
Éste escuchó atento cómo Moreno decía que «viene para algunos un momento de descanso, pero no por mucho tiempo, porque en cualquier momento los van a convocar a la función. Después de los discursos del «Oso», de Valdés, de Moreno y del agradecimiento de Garré, el secretario de Comercio se retiró apurado. Quedarse, aunque fuera en la cabecera, lo hubiera sometido al besamanos y a los mangazos habituales en cualquier reunión de este tipo. Esa salida llevó los comentarios hacia la prosaica agenda del día a día. Supimos allí un dato clave para la crisis de la fragata: el miércoles, Héctor Timerman viaja a Sudáfrica. Allí permanece en reparaciones, y amenazada por los acreedores, la corbeta Espora. El Gobierno negará que el viaje tenga que ver con eso, y dirá que la agenda del canciller es económica y que era un viaje resuelto mucho antes de los hechos de Ghana.
Con la experiencia de Garré como jefe de asesores de su hermana cuando estaba en Defensa, hubo mucho intercambio de datos. En esas mesas -en donde se podía elegir entre ñoquis, ravioles rellenos o una espectacular milanesa de pollo de un tamaño que no soñó Mazzorín en su peor pesadilla- se criticó a los marinos por insistir en hacer viajes de instrucción de vuelta al mundo. Garré dijo que cuando ellos estaban en Defensa esos viajes se hacían por puertos de países de Unasur para entrenar a los guardiamarinas en hipótesis de conflictos realistas. Contó que siempre existió la dificultad de apartar a los uniformados de algunas tradiciones, como la de que cada oficial del arma de caballería tiene que saber jugar al pato, para lo cual hay que proveerlo de un caballo y mantener canchas de pato. También se recordaron otras tradiciones, muy a propósito de la fragata, como el cuento de la construcción del mascarón de proa de la nave, encargado por la Armada al escultor gallego, residente en Mar del Plata, Carlos García González, conocido con el apodo de «Gegé». Cuando le pidieron la obra, antes de cerrar el trato, un marino se vio en la obligación de decirle a Gegé (quien hoy vive a los 89 años en Mar del Plata) que, según una leyenda naval, quien construía un mascarón de proa sufría una desgracia personal. Gegé firmó igual y antes de terminar su obra perdió a su mujer, en cuyo rostro está inspirado el mascarón, que lleva además la dedicatoria «A Niké», apodo de su fallecida esposa.
¿A qué ritos será expuesta esa imagen en bandera resistente al tiempo y al agua de mar en manos de los ghaneses? Estremecidos, algunos apostaron a la idea de esperar al remate de la fragata, si ése es el destino como prenda de una deuda, y recomprarla. Algunos que presumieron de expertos tiraron un número para el valor de la fragata en una subasta. De base, unos u$s 50 millones; pujando puede llegar a u$s 100 millones, o aún más, gritó uno de atrás, porque tiene motores adaptados al casco que la vuelven única después de las últimas refacciones que le hicieron. Como además algunos le atribuyen un simbolismo especial, podría llegarse a los u$s 200 millones, menos que los u$s 370 millones que están reclamando «los buitres» ante los jueces ghaneses. A esa altura de la semana también se sabía que circulaba la nota de apoyo de los excancilleres argentinos desde 1983 a la posición argentina ante este asunto, una rareza de país normal que llamó la atención por la audacia y por la solidez de ese gesto. La promovió el excanciller radical Adalberto Rodríguez Giavarini (presidente del CARI, ONG a la que este Gobierno le retiró un subsidio que derivó a la escuela del servicio exterior) a través de la excanciller también radical Susana Ruiz Cerutti. Como esta diplomática es la jefa de jurídicos de la Cancillería, no firmó el documento, pero es quien convenció a todos los exministros de que lo hicieran.
Había algunos abogados ya expertos en los meandros de la pelea judicial para el tema medios. Aportaron un dato clave: el Gobierno teme que mañana el camarista Francisco de las Carreras, impugnado el jueves por un viaje que habría hecho con auspicios monopolíticos a Miami, dicte un amparo nuevo a favor del grupo Clarín que puede postergar la desinversión. Es en un nuevo amparo del cual se enteró el gobierno hace una semana y al que no le habían corrido vista y que se presentaría cuando la Corte le puso fecha del 7 de diciembre al amparo anterior. de ahí la prisa en la recusación, que hoy debe resolver la Cámara Civil y Comercial. También por eso se apura esta semana la sanción del «per saltum» que le puede servir para frenar otras oposiciones a la aplicación plena de la ley de medios.
A este peronismo que le toca vivir al país le cuesta salir del túnel del tiempo; y más cuando sus protagonistas han cruzado el ecuador de los 50. Por eso la sobremesa se zambulló en anécdotas de militancias propias y ajenas. Recordaron cuando antes de 1983 habían caído todos en las redes de Vicente Saadi en la agrupación Intransigencia y Movilización, adonde despuntaron muchos, como los hermanos Garré, a la vida política. Ese grupo se alimentaba de una especie de peronismo de izquierda con algo de montonerismo, pero llevaba adentro el germen de la división. Primero fue una pelea de Saadi con Julio Bárbaro, que coincidió con un intento de secuestro de éste. Pasaron los días y pese a esa pelea Bárbaro apareció en las listas que encabezó Ítalo Luder y fue elegido en 1983. El otro cisma lo produjo el recordado acto de la Federación de Box en el cual se subió al escenario Carlos Menem -apadrinado por Saadi- y dio el discurso en el que reivindicaba la figura de Isabel Perón. Dividió a la platea como Perón en la Plaza de Mayo diez años antes y terminó con aquel sueño catamarqueño.
Fino final con fino arte para una semana agitada para ese mundo, que comenzó el lunes pasado con un almuerzo en el Museo de Bellas Artes y culminará hoy, cuando a las 21 horas se cierren las puertas del Centro Cultural Recoleta con la feria Buenos Aires Photo. Para presentar ante coleccionistas los tesoros de la pintura barroca que llegaron con la muestra «Caravaggio y sus seguidores», invitaron a un almuerzo en el nuevo espacio del Museo de Bellas Artes destinado al relax. Los manjares llevaban la firma de Javier Cainzos, un joven coleccionista y empresario de la alta cocina.
Allí, después de una extensa visita guiada a cargo de Ángel Navarro, una eminencia en el tema del tenebrismo, a la hora de las felicitaciones estaban: el gran patrocinante de la muestra, Cristiano Rattazzi, de Fiat; el director del museo, Guillermo Alonso; el presidente de la Asociación de Amigos, Julio Crivelli; el embajador de Italia, Guido La Tella; y el primer consejero, Marcello Apicella. El dueño de la pintura «estrella» que llegó de Milán, Alberto Zoffili, hijo de un coleccionista que luchó 25 años para que le atribuyeran su cabeza de Medusa a Caravaggio (cambio que significó una escalada en su cotización), comentó su experiencia al operador cultural Miguel Frías y a Teresa González Fernández. Luego de los discursos llegaron el champán y una crema de vegetales deliciosa envuelta en salmón rosado, seguida de otras exquisiteces. Allí estaban María Herrero, Claudia Caraballo, Adriana Rosenberg, Magdalena Cordero, Teresa Gowland, Cristina Carlisle, Norberto Frigerio, Felisa Larivière, Josefina Blaquier, Susana de Bary y Javier Vernengo.
El miércoles pasado, para Diego Costa Peuser y Gastón Deleau, directivos de Buenos Aires Photo, y Rodrigo Alonso, su eficiente curador, la feria dedicada a esta disciplina que esta noche cerrará sus puertas en el Centro Cultural Recoleta, comenzó con un desayuno en los jardines del Palacio Duhau. Huevos revueltos, jugos, frutas, cereales y tortas con un sabroso café expreso para comenzar una larga jornada. Con un vernissage matutino se presentó la exposición de fotografías de Santiago Porter en la sala de exhibiciones del hotel Hyatt, un espacio abierto al público que vale la pena visitar. Luego, la feria se inauguró con un almuerzo bajo la sombra del tilo del patio central del Cultural Recoleta.
Allí estaban Amalia Monpelat y Florencia Valls, del Malba; Marta Minujín, que abre la megamuestra con su silueta en tamaño real; los editores Marcela Costa Peuser, Dudu von Thielmann y Jean Louis Larivière; los galeristas Orly Benzacar, Marina Pellegrini, Karim Makarius y Eleonora Molina, entre otros que recibieron a sus pares extranjeros; y Gabriel Werthein entre los coleccionistas y empresarios. El tema de rigor, después de la ensalada Caprese, cuando llegó el pollo crocante, fue el problema que la pesificación impone al mercado. Nos enteramos allí que para participar de una feria internacional de primer nivel hay que disponer de 100.000 dólares. ¿Cómo se las arregla un galerista argentino para que sus artistas no pierdan el terreno ganado en el exterior? Aconsejaron entonces recurrir a la Cancillería argentina, que en estos días presentará en Cádiz, España, a Daniel Santoro, el pintor de la gesta peronista. Sobre el artista elegido para representar al país en la Bienal de Venecia, se dijo que desde hace dos años trabaja la figura de Evita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario